miércoles, 18 de febrero de 2015

Un presidente para Clarín


Un chiste que escuché hace muchos años contaba de una situación que se había producido tiempo atrás en Italia: tras una serie de crímenes el Gobierno decidió dar un toque de queda, con un detalle: a quien se detuviera andando por la calle se lo ejecutaría ahí mismo, con un "tiro a la testa".
Resulta que el Papa tenía un compromiso, y no sólo no quería faltar sino que no quería llegar tarde. El problema es que nadie en el Vaticano quería salir a manejar por las calles de Roma, ante el peligro de ser detenido y ajusticiado por la autoridad. Luego de buscar un rato, encontró un chofer viejito, al borde de la jubilación, que accedió a llevar al Santo Padre a destino.
Entre la demora por la búsqueda y la lentitud del anciano chofer, el Papa empezó a notar que llegaba muy tarde. Pidió un par de veces al conductor que se apure, pero sin demasiado éxito, hasta que se cansó y decidió tomar el volante.
Andaba raudo el Papa conduciendo por las calles de Roma cuando lo detiene la Policía. El oficial, al ver quien conducía, decide no cumplir con la orden de ejecutarlo y pedir más instrucciones.
- Jefe, acá detuvimos una persona, pero es una persona importante...
- No me importa! Tiro a la testa y se acabó!
- Pero Jefe, la persona es veramente importante...
- No entiende las órdenes? Tiro a la testa!
- Es que es demasiado importante...
- A ver, digame entonces quien es!
- La verdad es que no lo se, pero mire si será importante que lleva de chofer al Papa...

Mucho hizo el kirchnerismo para recuperar en estos años el valor y el rol de la política, lo que produjo en cada ocasión el inevitable choque con quienes van en el asiento de atrás del coche del poder. Lo más interesante del proceso es que en cada ocasión, en cada pelea, el gobierno sacó a la luz pública a quienes detentan poder real en la Argentina.
Cuando se mira para atrás, es impresionante el camino recorrido, pero a la vez queda la sensación de que falta muchísimo por recorrer. Videla murió en la cárcel, pero los que iban sentados atrás haciendo negocios no sólo están libres, sino que conservan un poder tan grande como para lograr, aún con el esfuerzo que hace el gobierno por hacerlos visibles, ocultarle a buena parte de la sociedad que son los verdaderos organizadores de la "marcha de los fiscales" que se produce este 18F. Claro está, la misma corporación judicial que resiste a democratizarse y utiliza la muerte de Nisman como ariete contra el Gobierno es la que ha sido cómplice de grandes delitos económicos cometidos contra el pueblo argentino al privarnos de Justicia.

Mucha gente, aún sabiendo que lo que menos importa es el fiscal muerto, aprovecha la volada para hacer catarsis contra el Gobierno, convirtiendo esta marcha, una vez más, en una ensalada fenomenal en la que neonazis marchan con dirigentes de la comunidad judía y los que quieren pagar menos por ganancias van de la mano de quienes decidieron solitos que la corporación judicial no las pague (más de $ 3.000 millones por año que el Estado deja de recaudar). Obviamente, cuando no hay consignas claras la consigna debe ser interpretada, y por supuesto de ello se encargará el poder. Ninguno de los que vayan a la marcha tendrá ni un ínfimo porcentaje de la incidencia que tendrán las tapas de Clarín y La Nación mañana.
El poder económico tiene una factura enorme para con la sociedad argentina, y hay que ser bastante necio para creer que esa factura la van a pagar las capas más altas de la sociedad. O estar totalmente entregado a odio alimentado desde los medios de comunicación que ostentan poder real en la Argentina.
Porque convengamos que lograr que pasen seis años sin cumplir la ley de medios gracias a la corporación judicial y sus buenos oficios (oh casualidad, un juez dio una cautelar a clarín en medio de este quilombo para que no tenga que adecuarse a la ley por lo menos hasta después de que termine el mandato de Cristina Fernández de Kirchner), es ostentar obscenamente poder real.

Lo que hay en marcha es un golpe de Estado. ¿Te volviste loco, Fernando?, ¿un golpe a un Gobierno que está por irse y que ni siquiera tiene para mostrar todavía un delfín? Preguntas que me han lanzado como argumentos, argumentos repetidos por cierto y que a priori parecen razonables, pero no lo son.
Hay muy fuertes razones para intentar voltear al Gobierno, para que termine, en el peor de los casos, el 8 de diciembre en lugar del 9. Ya lo vimos con Alfonsín, quien no pudo terminar su mandato: una crisis, una buena crisis terminal, genera las condiciones necesarias para barrer de un plumazo conquistas sociales (la hiperinflación fue la excusa perfecta para barrer con empresas públicas, ramales ferroviarios, pueblos enteros, empleos y una larga serie de etcéteras). Una crisis como la del 2001 sirvió para la pesificación asimétrica y el licuado de deudas de grandes empresas, para terminar compensando a los bancos que habían hecho un desastre como si hubiesen sido las víctimas.
Envolver el final de este gobierno en una crisis facilitaría, y mucho, el cobro de las facturas que tiene el poder: ¿Cómo hacer para eliminar retenciones, reprivatizar algunas empresas, devolverle negocios a Clarín, pagarle todo lo que piden a los Fondos Buitre, volver al FMI y otras linduras sin una crisis que las "justifique"?
Otro combo de razones radica en que no importa quien gane las elecciones, que se encuentre demasiado condicionado para gobernar. Mostrarle los dientes, la capacidad de daño. Mostrarle al próximo que te pueden meter en cana a vos, a tus hijos, a tus amigos y a tus vecinos si se les da la gana, que te pueden armar una causa por lo que sea (una truchada como la de Nisman, por ejemplo), si no hacés lo que ellos quieren.
Porque lo primero es generar las condiciones para que de mínima el próximo presidente no tenga el poder político que logró acumular este gobierno. Si gana Scioli, tensar al máximo las diferencias con el kirchnerismo para lograr que rompa y tenga que entregarse a Clarín para reconstruir una mayoría parlamentaria (recordemos que el oficialismo pone en juego en la Cámara de Diputados las bancas obtenidas de la mano del 54% de CFK en 2011). Si es un candidato "más puro", que no logre ni por asomo tener mayoría en el Congreso. Si es cualquiera de los otros, que ni a palos podrían tener más que un puñadito de senadores y estarán lejos de la mayoría en Diputados, convertirlos en empleados sin más ni menos. Que la presidencia de la Nación vuelva a ser un "puesto menor".




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