martes, 6 de septiembre de 2011

Nuevo endeudamiento para la Ciudad


Dos razones me inclinan a escribir este post: la primera de ellas, entregar algunos datos sobre la evolución y el estado actual de la deuda de la Ciudad en el marco de un nuevo pedido de endeudamiento que la Legislatura probablemente apruebe esta misma semana. La segunda, analizar el impacto de la política de endeudamiento llevada adelante por la gestión Macri en la inversión pública, específicamente en obras de infraestructura. Este segundo punto me parece muy importante por algo que ya comenté en una nota anterior sobre la política de endeudamiento del PRO, y que tiene que ver con las posibilidades de sopesar una gestión de gobierno.
 El cuadro que muestra esta nota está en pesos, e incluye la denominada deuda flotante (pagos que quedan pendientes a los proveedores al cierre del ejercicio). Si bien la existencia de una deuda flotante es normal (no todos los certificados que se presentan sobre fin de año pueden ser pagados antes del 31 de diciembre), retrasarse en el pago a provedores también es una forma de financiarse, y como en algún momento lo hemos comentado, la actual gestión lo ha hecho cuando encontró dificultades para colocar endeudamiento a través de títulos públicos, como ocurrió en 2008. Hecha la aclaración, y dado que esta forma de mostrar la deuda puede ser engañoso dado el aumento de los recursos de la Ciudad, pasamos al siguiente cuadro, que muestra la evolución de la deuda respecto de los ingresos totales de la Ciudad para el ejercicio siguiente (el cálculo 2011 está tomado del vigente en la ejecución del segundo trimestre):


Como se puede observar, tras el fuerte aumento de la carga de la deuda producido por la devaluación (2002), el índice fue mejorando paulatinamente hasta el año 2007, justamente antes del inicio de la gestión de Mauricio Macri, y a partir de ahí comienza a empeorar. De la mano de este deterioro, podemos observar un aumento de la carga del servicio de la deuda en aproximadamente un punto respecto del gasto total. Eso sin contar el costo financiero de demorar pagos a provedores, mucho más difícil de cotejar y que se termina trasladando al precio de las obras y servicios que contrata la Ciudad. 
Si bien no se trata de un resultado catastrófico, es importante observar cómo ha influido ese crecimiento de la deuda (realizado en un contexto de altas tasas de crecimiento económico y de aumento de los recursos tributarios y no tributarios de la Ciudad) en la inversión pública.

Política de endeudamiento


La política de endeudamiento fue explicitada y justificada por el Ministro de Hacienda, Néstor Grindetti, aún antes de asumir su cargo, en su segunda visita a la Legislatura en el marco de las reuniones para aprobar el Presupuesto 2008. Decía Grindetti el 23 de noviembre de 2007:  
la inversión no ha sido para nada ambiciosa en estos años. El promedio de estas columnas prevé una inversión del orden del 11.5 por ciento respecto del gasto desde el año 2000 hasta el 2007. La administración actual proponía un 14 por ciento y nosotros pensamos llevarla al 22.9 por ciento respecto del gasto. Esta situación claramente ha generado en la ciudad lo que me parece que corresponde llamar “pasivo de infraestructura”.
Más allá de lo poco atinado que parecía entonces elaborar un promedio que incluyera los peores años de la crisis con la que nuestro país encaró el comienzo del milenio, parece un buen punto de partida para analizar el destino de los casi $ 4000 millones en los que aumentó la deuda de la Ciudad en este periodo de Gobierno. Vale decir, para comenzar, que la cifra del 22,9% sobre el total del gasto ha estado hasta ahora muy lejos de ser alcanzada por la gestión Macri: 


Lo que muestra este cuadro es que con la excepción del año 2008, la Inversión Real Directa sobre el total del gasto de la Ciudad (el indicador que utilizó Grindetti en 2007), no ha superado en 2009 y 2010 ni siquiera el porcentaje del 2005, ni hablar del del 2006, aunque habida cuenta que en el 2007 se terminó liquidando el Fondo Anticíclico que la Ciudad había formado durante la gestión de Aníbal Ibarra, tal vez podría aducirse que en el número de ese año hay un impacto de obras lanzadas sobre la base de contar con dicho financiamiento extra. Por este motivo, y teniendo en cuenta que en una reciente reunión de la Comisión de Presupuesto el Subsecretario Eglez tomó como referencia el 2005 para hablar de ejecución presupuestaria, tomaremos ese año 2005 como referencia para el análisis que sigue.
Comencemos tomando la diferencia entre el año 2008 y 2005 para ver qué fue lo que se financió con el aumento de la deuda de ese año (aproximadamente $ 950 millones). Los 3,5 puntos de mejora en la relación de inversión del 2008 son muy pobres respecto del aumento del endeudamiento durante ese año: a números del 2008, el 3,5% del gasto es menos de $ 500 millones, y el stock de deuda cerró ese año en $ 3687 millones contra los $ 2722 del año 2007.
Lo que se puede observar en los cuadros es que el aumento de la deuda en $ 4.000 millones no redundó en un crecimiento de la inversión sino que impactó de lleno en el gasto corriente. Dicho de otra manera, al mantenerse la relación de la inversión respecto del gasto, cada 100 pesos que la Ciudad tomó como deuda, apenas 15 se destinaron a inversión. Aproximadamente el 85% terminó financiando gastos corrientes.

En el año 2009 la Inversión cayó en términos nominales a pesar de que el gasto total de la Ciudad pasó de $ 12.777 millones a $ 15.093 millones. La Ciudad invirtió $ 187 millones menos que el año anterior, ya que la cifra de inversión pasó de los $ 2.519 millones referidos más arriba a $ 2.332 millones. La deuda, por su parte, creció en $ 1.191 millones.
En el 2010, por su parte, con la deuda creciendo en $ 1981 millones, la inversión llegó a los $ 2.926 millones, apenas $ 594 millones más que el año anterior, con un gasto total que alcanzó los $ 19.952 millones.
Veámoslo de otra forma. Supongamos que hubiese sido cierta la excusa del Jefe de Gobierno respecto de que la Nación le impidió el acceso a financiamiento y que la deuda no se hubiera podido aumentar. Veamos el siguiente cuadro, en el que restamos de la cifra destinada a la inversión (y por ende también del gasto total), el aumento de la deuda neta a lo largo del periodo 2005-2010:


¿Qué nos muestra este cuadro? Que lejos de lo afirmado por Grindetti, la política de endeudamiento no sirvió para aumentar la cantidad de dinero destinado a obra pública sino apenas para sostener los niveles de inversión en cifras cercanas a la del 2005, en el que la deuda de la Ciudad aumentó apenas en $ 84 millones. Lo más preocupante es que en un contexto de aumentos de impuestos, crecimiento económico y venta de activos la Ciudad destina cada vez menos de sus recursos propios a la inversión pública, alcanzando cifras de inversión similares a los de la crisis de principios de la década. Como correlato de ello, el aumento de la carga de los servicios de la deuda dejará en el futuro menos recursos disponibles para obras, y el peso del gasto corriente deja a la Ciudad en una situación de vulnerabilidad muy grande respecto de la aparición de una nueva crisis económica.
En este marco es que se pretende aumentar aún más el endeudamiento de la Ciudad, ya que si bien este año hay que desembolsar una cifra muy elevada en amortizaciones, los u$s 500 millones que la Legislatura ha de autorizar esta misma semana superan con creces lo que hay que pagar.
Se hace difícil no sucumbir a la tentación de hacer hoy las obras que vamos a disfrutar en el futuro (aunque en el paquete de endeudamiento se destinan $ 165 millones a obras de bacheo y veredas que difícilmente duren más tiempo que el plazo de amortización del préstamo). Lo cierto es que el endeudamiento no ha significado un salto en términos de inversión como se pretendía en 2007.
Resulta imposible pensar que en el futuro la Ciudad no va a necesitar dinero para hacer obras. En momentos en que se discute cómo se financia el Estado a nivel global y la Nación lleva adelante una política de desendeudamiento que permite dotar de solidez a las cuentas públicas para llevar adelante políticas que inyecten recursos en la economía cuando aparecen crisis económicas, la Ciudad ha recorrido un camino inverso, un camino que termina en un fuerte ajuste del gasto público si sobreviene una crisis. Una receta conocida, con resultados conocidos.

2 comentarios:

  1. Y de este modo, en resumidas cuentas, se reinicia el ciclo aumento de deuda-aumento de impuestos, del que falta el ajuste, porque si algo queda claro es que el GCBA no ajusta, sino que reorienta partidas hacia los negocios de los amigos, sin impacto notable en la calidad de vida de los vecinos, ni las condiciones de trabajo de los agentes municipales.

    Mientras tanto, el GCBA tiene que ir a la Corte Suprema a explicar por qué la vivienda no es un derecho.

    Como siempre, un lujo lo suyo.
    Abrazo.
    RDM

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  2. Muchas gracias, como siempre. Lo que se observa es que la tendencia lleva a que en cuanto pase una crisis económica que afecte a la Ciudad (no hace falta una gran depresión ni mucho menos), la obra pública desaparece y es probable que el ajuste termine cayendo también sobre el gasto corriente. Fijate que ya en 2009, con una crisis que poco se sintió en la Argentina y con los ingresos creyendo de todas maneras en un porcentaje muy importante, la inversión cayó (en términos nominales, ni que hablar en reales).
    Abrazo

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