viernes, 18 de septiembre de 2009

¿Cuánto pagarías por tu vereda?

Análisis de la gestión económico financiera de la Administración Macri en su primer año y medio de gobierno.

La gestión de los recursos públicos por parte de un Gobierno siempre está relacionada con la agenda que trazan quienes se encuentran a cargo del mismo. En ese sentido, la elaboración del presupuesto y, más aún, su ejecución, nos brinda un buen panorama de las prioridades de una administración, algo que se hace más patente cuando los recursos, limitados de por sí, se reducen producto de una crisis económica que impacta sobre la recaudación y que aumenta la demanda sobre determinados gastos.
Es cierto que de todas maneras existe un componente de gestión que incide en la elaboración de la agenda pública y por lo tanto en la forma en que se gasta. A veces ocurre que los procesos para la concreción de determinadas obras se hacen muy largos, o se estructura mal la gestión de los asuntos en la distribución de facultades entre distintas áreas de gobierno. Otras veces la corrupción también representa un obstáculo.
Estas cuestiones no deben ser dejadas de lado, pero a contramano de lo que mucha gente cree (y de lo que se intenta muchas veces instalar en la opinión pública), no son centrales en la discusión respecto de la asignación de recursos. Sin duda que es importante tener dirigentes formados y honestos, pero cuesta creer que eso pueda ser patrimonio de un partido y no de una sociedad. Dicho de otra manera, si se formara un partido político sólo con gente honesta, de todas maneras sus dirigentes tendrían que resolver (con grandes posibilidades de no lograrlo) cuáles son sus prioridades en materia de asignación de recursos.
En este sentido, lo que se pretende hacer aquí es un análisis de la gestión de Mauricio Macri a través de la orientación que se dio a las políticas públicas y la forma en que ello se vio reflejado en la política de ingresos y gastos de la Ciudad.

La campaña electoral del 2007 tuvo por parte del macrismo un fuerte componente discursivo vinculado a la salud y a la educación pública, para lo que se utilizó mucho al “costado humano” del PRO, Gabriela Michetti. Se negó sistemáticamente la posibilidad de aumentar impuestos a pesar de que quien lo había deslizado a los medios sería finalmente el Ministro de Economía del Gobierno de la Ciudad. Se hicieron promesas imposibles de cumplir como la construcción de 10 Km. al año de subtes o el fin de las inundaciones, todo ello acompañado de un discurso muy orientado a la eficiencia en la gestión, de gente nueva en la política a pesar de que en realidad no lo era tanto y de tomar como antecedente comparable de gestión a Boca Juniors (un emirato petrolero en relación al resto de los clubes en materia de ingresos económicos).
Desde un principio, Mauricio Macri dejó en claro que una agenda tan agresiva necesitaba de recursos adicionales: para ello se subió los impuestos (el inmobiliario hasta un 300%, con un promedio del 100%) y se decidió avanzar en endeudar a la Ciudad. Se obtuvo una autorización para pagar en bonos la deuda flotante de la gestión Telerman por $ 490 millones y se consiguió la aprobación de una ley que permitía tomar deuda de las AFJP por un monto de alrededor de $ 1.600 millones (unos 500 millones de dólares al cambio del momento), para invertir en el denominado Fondo de Infraestructura Social (tema que voy a desarrollar aparte).
En la práctica, la aprobación del Fondo (FOISO según la sigla que se adoptó entonces) implicaba un amplio margen para aumentar el gasto corriente y no sólo el gasto de capital. Los vaivenes posteriores del Gobierno Nacional respecto de la autorización para salir al mercado y la eliminación del régimen de AFJP, más la crisis financiera internacional, hicieron imposible su colocación, lo que a la postre brindó una gran excusa y la posibilidad de victimizarse: el freno a las obras en los subterráneos, la falta de insumos en salud, los conflictos con los docentes y el recorte de becas escolares, la mínima ejecución presupuestaria en materia de vivienda y otras podas en materia de política social encontraron su razón y sus culpables.
Al Gobierno de la Ciudad sólo le quedó dinero para hacer veredas y colocar carteles amarillos por doquier, gastar fortunas en consultorías y desarrollar ideas que poco parecen tener de prioritario como mudar el Gobierno a los terrenos del Borda y el Moyano o construir una autopista subterránea debajo de la Avenida 9 de julio. El PRO, perjudicado en su gestión por la falta de recursos y a pesar de que Macri no tenía la culpa de los problemas, debió soportar una merma de casi quince puntos porcentuales en las elecciones de junio respecto de la elección de 2007.
Ahora bien, ¿existió verdaderamente una caída de recursos? La respuesta es no. De ninguna manera.
Si tomamos como indicador la cantidad de recursos con los que contó la Ciudad en 2007, observamos que la recaudación total ascendió a $ 9.581 millones, y los gastos fueron ese año de $ 9.917 millones, incluido el pago de intereses de la deuda. En 2008 los recursos de la Ciudad ascendieron a $ 12.776 millones, mientras que los gastos alcanzaron la cifra de $ 13.427 millones, pago de intereses de la deuda también incluidos.
Estas cifras ponen de manifiesto un incremento de los recursos en términos nominales de aproximadamente un 34%, y de los gastos de un poco más del 35%. Si tenemos en cuenta las estimaciones privadas de inflación (no las del INDEC), estamos hablando de un aumento real de los recursos en torno al 10%. Eso sin colocar el FOISO, aunque se gastó como si se lo hubiera hecho, llevando el resultado financiero del ejercicio a un negativo de más de $ 650 millones y la deuda flotante (lo que queda pendiente de pago al cierre del ejercicio) a la bonita suma de $ 1.900 millones.
Dicha deuda flotante sufrió un considerable aumento. En tan sólo un año el macrismo la aumentó en $ 1.100 millones, con lo que la falta de colocación del FOISO fue suplida ampliamente con el retraso del pago a proveedores, que en algunos casos alcanzó varios meses de demora. La pésima gestión financiera se intentó resolver, al menos en forma parcial, tratando de documentar esos atrasos con la aprobación el 27 de agosto pasado de la ley 3152, que permite colocar deuda a proveedores y extender plazos de letras del tesoro por una cifra cercana a los $ 1.900 millones.
Es decir, la actual administración recibió una relación deuda ingresos del 13,7% ($ 1.755 millones de stock al cierre 2007 respecto de ingresos 2008). Si se agrega al stock del cierre 2008 el incremento de deuda flotante a fin del 2008 se alcanza una relación del 18,6% ($ 2.767 millones de stock sobre $ 14.900 millones de ingresos probables para todo el 2009). La persistencia del déficit fiscal durante el 2009 (alrededor de $ 1.300 Millones) significa que esta relación se deteriore aún más y pase a un valor probable del 26,8% entre deuda e ingresos ($ 4.067 millones sobre $ 17.433 millones de recursos esperables para el 2010). O sea, en sólo dos años se duplica (para peor) el indicador principal de solvencia del distrito, sobre la base de la manera en que se administró durante el 2008 y lo que va del 2009.
Cabe mencionar que el gasto de personal creció en 2008 sólo un 30 % (parte por los aumentos de sueldo y parte por el importante aumento en la cantidad de funcionarios que además cobran sueldos y premios mucho más altos que antes). Teniendo en cuenta que ese egreso cayó respecto del total de gastos, el aumento del 10 % de los recursos implicó además una mayor disponibilidad para gastos en obras de infraestructura.
¿Hacia dónde fue a parar el mayor gasto? El menú es amplio: expansión del gasto corriente de un 82% respecto del año 2006, aumento de las transferencias al sector privado por encima de cualquier estimación de inflación o índice de aumento salarial, redeterminaciones de precios, gastos en consultoría que se acercaron a los $ 300 millones en 2008 y que van camino a sobrepasar esa cifra en el actual ejercicio, adelantos financieros por obras que a los pocos días se dejaron de lado como los $ 70 millones que se pagaron a dos empresas contratistas de obras en el subte para frenarlas tan sólo un mes después.
Pero sin duda la estrella fue el Ministerio de Espacio Público, y en particular el arreglo de veredas. El mantenimiento de la vía pública, que había generado erogaciones en 2007 por poco más de $ 180 millones, y para el que la Legislatura había votado una partida de $ 198 millones para el 2008, terminó en más de $ 490 millones en 2008 (se utilizaron los comúnmente denominados “superpoderes” para obtener recursos que originalmente se había presupuestado para educación y salud) y al cierre del segundo trimestre del 2009 (coincidiendo con la fecha de la elección), la ejecución presupuestaria del programa es de casi el 80%, mientras que se ha ejecutado sólo el 10% del presupuesto para equipar hospitales y el 18% del presupuesto para obras en escuelas.
Cabe preguntarse entonces, si la agenda de la administración que asumió en diciembre de 2007 reflejaba o no las aspiraciones de los porteños. ¿Estábamos convencidos de que se gasta demasiado en Salud y Educación?, ¿pensamos que es más necesario arreglar con nuestros impuestos la vereda de la sede del Citibank en la esquina de Mitre y San Martín -Macri parece haber llegado a la conclusión de que era necesario ayudar económicamente a los bancos antes que el propio George W. Bush- que dotar de una adecuada instalación de gas a una escuela?
Si bien queda claro que una importante porción de la población de la Ciudad de Buenos Aires sólo va a las escuelas públicas cuando le toca votar y que el único contacto con la salud pública se produce en caso de sufrir un accidente de tránsito, cuesta creer se prefiera una matriz de gasto como la que se gestó en el último año y medio. De otra manera no se entiende la necesidad de mostrar un lado humano por parte del macrismo y de gastar fortunas en verdades a medias -que no son más que mentiras- en spots publicitarios en los que se pone de relieve la dimensión del gasto educativo (en términos nominales y no en reales).
Tal vez haga falta trabajar mucho para difundir la forma en que se gastan los dineros de los porteños. Costará mucho (al fin y al cabo se debe enfrentar a una formidable máquina publicitaria como la que controla hoy el Gobierno de la Ciudad), pero se puede demostrar que así como se mintió respecto del aumento de impuestos (algo que volverá a ocurrir a fines de este año), también se mintió respecto de las áreas prioritarias para la inversión pública en la gestión PRO.
Tal vez haya una porción del electorado porteño que considera poco relevante invertir en salud, en vivienda y en educación pública, y que es más importante que ello reparar veredas en barrios acomodados. A ellos habrá que convencerlos de que la inclusión social y la igualdad de oportunidades generan más seguridad, mayor desarrollo económico y, al fin y al cabo, mayores posibilidades de que tengamos recursos para invertir en baldosas.

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