miércoles, 18 de noviembre de 2009

¿Volverán a pagar con sal?

La decisión de Mauricio Macri de no apelar el fallo de la jueza en lo contencioso administrativo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que declaró la inconstitucionalidad del Código Civil respecto del matrimonio entre personas del mismo sexo todavía confunde a propios y a extraños. Es muy cercana la relación del macrismo con la cúpula de la iglesia católica (muchos dirigentes tienen una estrecha relación con el Cardenal Bergoglio como Gabriela Michetti e incluso hay dirigentes que tienen relación directa con el Vaticano) y ese vínculo se hace patente en las políticas de Macri respecto de temas como la educación sexual y en el fenomenal aumento del gasto en educación privada durante su Gobierno. No existe área de Gobierno en la Ciudad vinculada a los intereses de la iglesia que no tenga funcionarios que respondan al Arzobispo.
Rechazar el fallo y apelar la medida hubiera sido más que consecuente con el núcleo más duro de sus apoyos políticos y con la posición contraria al proyecto que sobre el tema está adoptando el PRO en el Congreso.
Es muy posible que la decisión del Jefe de Gobierno se haya basado en encuestas de opinión. Las encuestas son una parte importante del esquema de decisión PRO, y ante una situación tan delicada como la crisis institucional desatada por las andanzas del grupo de muchachos que Macri puso al frente de la policía, no había mucho margen para tomar una decisión impopular que siguiera afectando su imagen.
No obstante, la reacción de los sectores más conservadores y de la iglesia no se hizo esperar. Ejemplo de ello es la editorial del diario La Nación titulada “Claudicación del Gobierno Porteño”.
Hubiera sido ingenuo pensar que el autor hablaría de la renuncia a diseñar una policía que no tuviera los vicios que las fuerzas de seguridad de nuestro país acuñaron durante décadas (más aún cuando entre los espiados se encuentra Bartolomé Mitre, algo que el único medio que pasó por alto es justamente La Nación). En definitiva, la nota era para criticar la falta de apelación al fallo arriba citado.
Cada vez espero menos de las editoriales de la Nación. Sus discursos, además de jurásicos, muchas veces huyen despavoridos de la realidad, y este no escapa a la regla, por supuesto. Lo interesante es que se repite un argumento esgrimido por Bergoglio a través de un comunicado, que hace referencia a la etimología de la palabra “matrimonio”. La editorial afirma que “ni aun una ley podría alterar la naturaleza de las cosas que impone que el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer con pretensiones de permanencia en el tiempo, y que no excluya la procreación y la educación de los hijos. Los homosexuales podrán tener sus instituciones particulares, uniones civiles mejoradas o lo que fuese, pero no un matrimonio que hasta etimológicamente requiere de la diversidad de sexos.” El arzobispado, por su parte, afirmó que “La crisis de valores que afecta hoy a nuestra sociedad hace olvidar que el origen mismo de la palabra ‘matrimonio’ se remonta a disposiciones ancestrales del Derecho Romano donde la palabra ‘matrimonium’ se vinculaba al derecho de toda mujer a tener hijos reconocidos expresamente en el seno de la legalidad.
Como se puede ver, los argumentos son muy parecidos (la referencia a la naturaleza de las cosas es tautológica y no merece mayor análisis) pero la pobreza intelectual de la afirmación es insoslayable. Muchísimas palabras que hoy usamos no tienen absolutamente nada que ver con su etimología, y un ejemplo de ello es el salario (etimológicamente la denominación proviene de las bolsitas con sal que se usaban para pagarle a los soldados romanos). ¿O será que para esta gente el sueldo de los trabajadores debería volver a pagarse con bolsitas de sal?

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