En pleno debate sobre la nueva ley de medios el Grupo Clarín sacó una agresiva campaña bajo el lema "La realidad se puede tapar o hacer tapa". La misma mostraba aspectos de la realidad que supuestamente el Gobierno Nacional trataría de ocultar con la nueva ley de medios, y tapas de Clarín que mostraban cómo el diario se hacía eco de esos problemas.
Surgieron algunas respuestas ingeniosas (incluidas algunas muy buenas en el blog de Fede) que recordaban posturas del periódico ante determinados sucesos (la tapa del "La crisis sumó dos nuevas muertes" es ya un clásico de cualquier presentación crítica hacia el diario).
La campaña debió ser dejada de lado. El diario no resiste su propio archivo, por supuesto, y mucha gente ya ha tomado nota de que en la pelea con el Gobierno no está en juego la libertad de prensa sino la posición hegemónica del grupo en cuanto a decidir los contenidos de la información que recibimos los argentinos.
En esa pelea, justamente, no pueden ni deben existir notas favorables al Gobierno (cualquier buena noticia es convertida en mala, ignorada o matizada). Para los que deseamos informarnos, obliga al esfuerzo de tratar de buscar fuentes múltiples para cada cuestión y analizarlas con mucho cuidado, algo que por cierto deberíamos hacer siempre y en lo que paradójicamente la histeria del diario de la vuvuzela nos sirve permanentemente de ayuda memoria.
Otro costado del problema es la actitud del Grupo frente a los dirigentes de la oposición. Sea por no abrirse demasiados frentes de conflicto, por la publicidad que algunos pueden aportar o por otros acuerdos políticos que puedan encontrarse más lejos de nuestro alcance (probablemente por un mix de las tres posibilidades), el Grupo asume una actitud frente a otros dirigentes muy pasiva frente a algunas de las cuestiones que los tienen involucrados, o incluso participa de operaciones políticas a su favor.
Me refiero particularmente a Mauricio Macri. En el caso del escándalo del espionaje por las escuchas telefónicas, Clarín comenzó ignorando por semanas el tema para luego hacerse eco de las excusas del Jefe de Gobierno en forma totalmente acrítica. Esta actuación, que puede dejarse en el plano de mis opiniones o revisar los archivos para ver si tengo razón, fue reforzada recientemente por la aparición en la tapa del diario de declaraciones de un aliado político del Jefe de Gobierno que decía que Oyarbide le había confesado su intención de llevarse puesto al Jefe de Gobierno. Ese elemento fue luego aportado por Macri como prueba para recusar al juez.
La recusación fue rechazada por un fallo de la Cámara Federal que desestima en forma muy clara sus argumentos.
La recusación fue rechazada por un fallo de la Cámara Federal que desestima en forma muy clara sus argumentos.
También se acercó al trámite judicial, como evidencia de que el Gobierno estaba detrás del accionar de Oyarbide, otra nota del diario Clarín en la que el periodista Daniel Santoro publicaba una investigación supuestamente suya, que casualmente era publicada en el Diario La Nación del mismo día pero aludiendo como fuente a funcionarios del Gobierno de Macri. En la brillante pesquisa se identificaba a un agente de inteligencia del Estado (algo que roza el delito si la acusación resulta ser falsa) como el que había hecho el llamado a Sergio Burstein en el que se le informaba que estaba siendo espiado por el "Fino" Palacios.
Poner eso en el foco de atención es como si en el caso Watergate hubiese sido más importante saber quién era "Garganta Profunda" que conocer a quienes estaban detrás del escándalo del espionaje al Partido Demócrata.
Daniel Santoro, por su parte, cuatro días después de la publicación de la "investigación exclusiva" recibió una medalla “en reconocimiento a su labor, trayectoria, honestidad y generosa contribución a la sociedad de su tiempo”, por parte de... Mauricio Macri.
Hoy nos desayunamos con una nueva maniobra legal basada en la "investigación" de Santoro, y por supuesto publicada por Clarín: pedir la nulidad del caso, ya que "todo el proceso sería ilegítimo si se confirma que la llamada que alertó sobre la pinchadura de su teléfono al dirigente de la asociación de familiares de las víctimas del atentado a la AMIA, Sergio Burstein, fue realizada por un agente de la Side. En ese caso, el agente habría violado la ley de inteligencia y, siguiendo el razonamiento de los abogados del jefe de Gobierno, todo el caso se habría construido a partir de un hecho ilegal."
Pero lo más importante es la confesión que se puede leer más abajo: tal y como también dice La Nación en una nota similar, la fuente ya no es la investigación de Santoro, sino que "el espía Hugo Álvarez fue el autor de la llamada anónima a Burstein, tal como dos fuentes macristas adelantaron a principios de mes a Clarín." El contraste es más que interesante, ya que en la nota sobre la "investigación", "una llamada anónima dijo a este diario que se trataba “del gordo Alvarez, un empleado del Gobierno que frecuenta los cafés de alrededor del palacio de Tribunales”. Después de una serie de consultas, dos altas fuentes del sector policial, que pidieron no ser identificadas, afirmaron a este diario que se trataría de “Hugo David Alvarez”.
O sea, se mintió en la nota anterior o las fuentes policiales eran de la Metropolitana y también se dedicaban a hacer inteligencia.
Lo de Chamorro, en tanto, sólo vale cuatro líneas en las que se deja de lado mencionar que le echó la culpa al Fino del espionaje sobre dirigentes opositores y sobre un abogado que había denunciado a Calcaterra Construcciones.
En algo tenían razón, la realidad se puede tapar o hacer tapa.
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